"En el campo, con mi padre, aprendí a esperar, a cooperar, a saber que no todo puede estar bajo control. Aprendí mucho más allí que en la universidad". José Esquinas (Ciudad Real, 1945) es ingeniero agrónomo por la Politécnica de Madrid, se doctoró en genética en California, trabajó más de 30 años en la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) y hoy, desde su cátedra contra la pobreza en la Universidad de Córdoba, es uno de los abanderados de la lucha contra el hambre. Pero sus títulos más valiosos los obtuvo cerca de la tierra.
Muy joven, a finales de los sesenta, obsesionado ya por la genética y la diversidad, dedicó tres años a recolectar semillas de melones por España. Usó todos los medios que tenía en su mano. Viajó, envió cartas a curas, maestros, incluso a los cuarteles de la Guardia Civil. Tanto agitó para alcanzar su objetivo que hasta Encarna Sánchez, la por entonces muy famosa periodista de radio, le bautizó como Pepe, el de los melones.
Un loco o un genio, no hay alternativa, pienso ahora frente a él, cuando me cuenta con pasión cómo un día en un pueblo perdido de las Hurdes un campesino le cedió parte de su tesoro: "Un puñado de semillas de unos melones que, cuando los de los vecinos se mueren, los míos no". Una muestra de esas semillas viajó a la universidad de Arizona junto a otras muchas. Años después, Esquinas recibió la noticia de que una y solo una de las semillas que envió, tenía unas propiedades especiales que la protegían de un hongo que amenazaba la subsistencia de muchas especies de melones en todo el mundo. Esas defensas, presentes hoy en casi todos los melones que llegan a nuestras fruterías, son herederas directas de ese puñado de pepitas que Esquinas recibió del campesino extremeño.
Con estos precedentes, cómo no prestar atención al discurso poderoso de este sabio de los alimentos. "Lo que antes hacíamos por caridad, hoy hay que hacerlo por egoísmo inteligente", asegura cuando comenta indignado, pero siempre sonriente, que todos los días mueren en el mundo como consecuencia del hambre 40.000 personas y "como no es contagioso, no hacemos nada".
Para Esquinas, la seguridad alimentaria es igual a la seguridad mundial y por lo tanto igual a la paz. Y la mejor receta que conoce para garantizarla es la diversidad biológica. "El siglo XX ha sido el de la uniformidad y nos ha hecho más vulnerables, el XXI debe ser el de la diversidad". Y cita a Tagore: "La unidad es necesaria, la uniformidad, detestable", antes de lanzarse a enumerar sus recetas para alcanzar una nueva gobernanza mundial. "Ya no podemos hablar de ellos y de nosotros, está en peligro el futuro de todos. Hacen falta unas nuevas reglas del juego. El primer derecho humano es el derecho a la alimentación, pero respetando la sostenibilidad, la armonía entre seres humanos y no humanos y la diversidad que nos protege de la vulnerabilidad".
Pepe, el de los melones está preocupado por la elección del director de la FAO, que se producirá este fin de semana en Roma. Él cree que hace falta un político mejor que un técnico. Miguel Ángel Moratinos es su candidato. Pero le dejo enredado en otro debate, en italiano, con el camarero y quizá igual de importante sobre la salsa puttanesca que alegraba la pasta que acabamos de comer.