La principal causa del encarecimiento del pienso que utilizamos para alimentar a nuestros animales es que el coste del cereal que se emplea para su fabricación se encarece desenfrenadamente. Esto se debe a que existe el objetivo mundial de fabricar biocombustibles y conseguir así la sustitución de una parte del petróleo en uso, causante de las emisiones de gases invernaderos y, en parte, del cambio climático
Uno de los inconvenientes encontrados por Europa y EE. UU. para alcanzar este objetivo marcado para el año 2010 y 2020, es que para fabricar tanto biocombustible no es suficiente con su propia producción de cereal. Esto se traduce en que dichos países reservan sus propias cosechas para usar el preciado grano de combustible. Estas grandes potencias compran principalmente a Argentina, Chile y demás países de Sudamérica, con mejores y mayores tierras, las producciones de millo, trigo y soja para alimentar a su población.
Lo que sucede, es que la población mundial es cada vez mayor y las cosechas se ven afectadas por los efectos del cambio climático: sequías más largas, lluvias torrenciales (que anegan los campos de cultivos), heladas a destiempo… y la producción de cereal se ve considerablemente reducida, aumentando así su precio en el mercado global.
Uno de los inconvenientes encontrados por Europa y EE. UU. para alcanzar este objetivo marcado para el año 2010 y 2020, es que para fabricar tanto biocombustible no es suficiente con su propia producción de cereal. Esto se traduce en que dichos países reservan sus propias cosechas para usar el preciado grano de combustible. Estas grandes potencias compran principalmente a Argentina, Chile y demás países de Sudamérica, con mejores y mayores tierras, las producciones de millo, trigo y soja para alimentar a su población.
Lo que sucede, es que la población mundial es cada vez mayor y las cosechas se ven afectadas por los efectos del cambio climático: sequías más largas, lluvias torrenciales (que anegan los campos de cultivos), heladas a destiempo… y la producción de cereal se ve considerablemente reducida, aumentando así su precio en el mercado global.
Esto, que humildemente acabo de intentar de explicar de forma muy resumida, podría entenderlo cualquier persona joven con la suerte de haber estudiado y leído un poco. Pero sucede que para algunos de nosotros, al igual que para mucha gente mayor que vive “en y del campo”, le plantea una gran incógnita: ¿Cómo es posible que el millo que le echo a mis animales venga de Argentina? ¿Cómo es que el trigo de mi pan y de mi gofio tiene que venir de Sudamérica? La respuesta está a nuestro alrededor. No hay más que salir de nuestra casa y mirar e intentar recordar qué es lo que se veía antes. El campo está abandonado,”baluto”.
Mientras que los políticos que manejan nuestro dinero se llenan los bolsillos predicando un desarrollo sostenible y una economía autosuficiente basada en la ganadería, agricultura y pesca, nos conducen cada día más hacia una absoluta dependencia del exterior. Este hecho da lugar a un retraso insostenible y a una economía basada en el empleo público, con contratos temporales, dependiente de la Administración (monocultivo insular).
Mientras han obstinado al ganadero, al pescador y al agricultor con sus políticas mal hechas, nos han puesto la soga al cuello. Una soga que nos ata al exterior con la comida que nos llega de fuera, por el Puerto de La Estaca o por cualquier puerto de nuestras Islas Canarias. Una soga que cada día aprieta más: cada vez que sube el precio del petróleo, los trayectos en barco, los cereales, y un largo etcétera que asfixia...
Vinieron con proyectos nuevos: un “desarrollo sostenible”. Hablaron de permacultura y agricultura ecológica: ideas que salían de revistas renombradas, firmadas por personas con apellidos extranjeros, que eclipsaron al consejero de turno. Ignorante éste de que aquí ya estaba implantado. Incluso desde antes de que ese extranjero y él nacieran, dando la espalda y despreciando el trabajo alcanzado por nuestros padres y abuelos a través de la experiencia transmitida de forma oral.
En las zonas rurales, como cualquier cosa que se hace con coherencia, todo tiene su ubicación justificada. Si los chiqueros de los cochinos estaban ahí era por algo. Si se recogía el agua de la lluvia en aljibes… Si las cuadras estaban cerca de las casas, era por algo.Pero llegaron los más intelectuales.
Llegaron de fuera reorganizando todo, con tantos proyectos en las cabezas que ya no les cabía en ellas ni un poco de humildad y de curiosidad. Su objetivo era cambiar todo. No mirar nada. No escuchar nada y cobrar mucho.
Reorganizaron las zonas rurales con grandes y caros cambios para el campesino, olvidando precisamente eso, que eran zonas Rurales. Uno de esos cambios fue sacar lejos del pueblo todas esas “actividades molestas”: “las cuadras para los animales no pueden estar cerca de las casas”.
Desde mi opinión, predicar la permacultura y el desarrollo sostenible con esas ideas no es compatible. ¿O es que acaso la sostenibilidad de nuestra tierra no es un ideal del consejero, sino una herramienta para inflar más su nómina y la de sus allegados con dinero de Europa?Alejando los animales del pueblo han desencadenado un sinfín de dependencias e insostenibilidades. Antes, los restos de la comida se le podían echar al cochino. Las gallinas se comían las malas hierbas de la huerta. Las cabras, vacas u ovejas producían abono para las huertas que daban la verdura. Todo se tenía a mano para alimentarse y alimentar a los animales, y eran necesarios muy cortos recorridos (de la cocina al chiquero, de la huerta al corral, y del pajero a las cuadras). La despensa de la casa estaba en la casa, en la lonja, y no en las tiendas, a las que sólo se iba en casos puntuales.
En casa estaban los huevos, la leche, el queso, la carne, los chorizos, el millo, el trigo, los chíncharos, los lentejones, las habas, las papas y la verdura que se daba en la zona. Los recorridos largos se daban con menos frecuencia, dado que la lógica mandaba a plantar en los cercados más alejados los cultivos que requerían de menos presencia, como el cereal y la papa.
El desarrollo sostenible y la ecología que quiere inventar el político eclipsado por la montaña de billetes, es el que consiste en comprar un coche y gastar carburante para ir a buscar la leche de los animales, echarle el pienso que importamos y generar residuos que aumenten la columna de humo que nos recuerda dónde está la Dehesa.
Es obvio que ante tanta molestia, mucha gente decidiera quitar los animales, traduciendo su actividad en ir a la tienda para comprar la leche, los huevos, la carne congelada, las papas, las verduras, etc. Y al llegar a casa, después de comer, sacar una bolsa de basura que porte un tetrabrik, las bolsas que envolvían cada una de las verduras, la bandeja que envasaba la carne y restos orgánicos… Nuestra insostenibilidad aumenta directamente proporcional a nuestra bolsa de la basura.
Durante años hemos visto como millones de euros se destinan a la subvención de construcciones en suelo de protección agraria y ganadera que supuestamente iban destinadas a ser una cuadra o un cuarto de aperos. Construcciones que “sorprendentemente” se convierten en garajes y casas ilegales. Y ahora resulta que con la nueva modificación de la ley, las instituciones quieren legalizar esas construcciones, reduciendo aun más todavía el suelo destinado a nuestra actividad, ya que (según la legislación) las instalaciones ganaderas se deben ubicar alejadas de las viviendas.
Con estas maniobras, los cargos públicos al igual que los dueños de esas construcciones, aparte de robar el dinero que va destinado a una actividad que está en peligro, insultan y faltan el respeto a las personas que queremos hacer las cosas bien.
Vienen tiempos aun más difíciles. El precio del petróleo no dejará de aumentar. Ante billetes más caros el turismo decaerá cada vez más. Seguirá subiendo el precio del cereal, del pienso y de los fertilizantes. El recibo de la luz seguirá escalando y el del agua que consumimos (proveniente de desaladoras) también.
En las actividades abandonadas del campo es donde está la manera de ahorrar. La ganadería que puede sobrevivir a esta crisis es la que se desarrolló antes. No hace falta inventar nada. No son buenos tiempos para querer hacerse rico con un desmesurado ganado, pero sí para uno pequeño y digno, que produzca abono para nuestras tierras y leche para nuestros quesos, que coma poco grano y nos deje tiempo suficiente para buscar forraje.
Con el abandono de la ganadería, se desmantela todo un engranaje social que pervivió durante años en nuestra cultura. Baseros o pinicheros, no tendrán cuadras de destino para sus cargas. El agricultor no tendrá abono orgánico para su finca. No habrá suero para los cochinos. Y todos esos productos tendrán que venir de fuera.
En el pasado quedaron los conocimientos para conservar los alimentos. Quedan muy pocas personas que sepan hacer chorizos, queso, manteca, vino, conservas, jareas, etc. No hay semillas de cultivos tradicionales como era el chícharo, los lentejones y la cebada. Las semillas de papas se traen de fuera (expuestos a la entrada de plagas que infecten aún más nuestra tierra). Las de verduras que se compran en sobres están manipuladas de manera que estés obligado a comprarlas todos los años.
No es difícil encontrar en los periódicos artículos que hablan sobre la dependencia que tiene Canarias del exterior y que hablan sobre la hipótesis de una falta del suministro de petróleo (cada vez más escaso y caro). Es fácil imaginar, si recordamos la avería eléctrica en Barcelona o El Delta en Tenerife: no había luz en Santa Cruz, no había agua, las tiendas cerradas, estaban con sus neveras y ordenadores apagados, los congeladores de las casas llenos de comida inservible, la gente no podía cocinar porque las cocinas son eléctricas…¿Qué pasaría si en El Hierro se diera la misma catástrofe? El agua de casa no vendría de las desaladoras, el barco no atracaría, no funcionaría la tele, ni la radio, ni las cafeteras y neveras de los bares… Ni siquiera podríamos hacer grandes recorridos porque estaríamos desabastecidos de gasolina.¿Cuántos días aguantaríamos? ¿Ha visto lo vacía que está su despensa, su lonja, su pajero, su cuadra, su corral? Pero, tranquilo, eso no va pasar aquí ¿VERDAD?
La ganadería canaria no se ve afectada por la enfermedad de la lengua azul. Aquí sufrimos una epidemia peor: la de la Chaqueta de paño Azul que infecta el sector con estupidez, incoherencia y necedad.
El sucesivo abandono del campo y vivir en él sin cuidarlo provocó que muchas casas ardieran en el pasado incendio de Tenerife. Si en pocos años hubiese un incendio de esa magnitud en El Hierro, las casas afectadas serán muchas más de las que fueron hace dos años. Si eso sucede, sólo nos quedará esperar que apaguen las llamas los “empleados temporales” del monte, que desconocen los caminos, las montañas y los barrancos por donde atajarlo, porque nunca caminaron por ellos para buscar hierba para las vacas, soltar una cabra o ir a ordeñar las ovejas.
En estos tiempos, en los que se nos acaban las vacas gordas, sí José (el hijo de Jacob y Raquel) viniera a interpretar los sueños de nuestros actuales Faraones, sentiría pavor al descubrir que en sus ensoñaciones ni siquiera hay vacas flacas.
Vanesa Díaz, la ganadera más joven de la Isla de El Hierro, esperanzada en no ser la última.
src="http://www.qualitativo.com/modules/js/qual.js">