Los lácteos, como cualquier otro grupo de alimentos, pueden congelarse, además de refrigerarse. Para asegurar que este proceso se lleva a cabo en condiciones seguras, antes tienen que cumplirse dos condiciones: los productos deben ser de calidad, es decir, sin patógenos, y no han de exponerse a alteraciones durante la manipulación previa. Utilizar el envase adecuado y descongelar el alimento con prácticas correctas forma parte de un proceso que minimiza posibles alteraciones en el producto final.
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