Domingo Medina las echó de menos el pasado domingo 20 de abril. Le faltaban seis cabras de un ganado de más de 200 que mantiene en el Cortijo de Pajonales. El lunes se pasó el día buscándolas junto a sus perros y dio con los restos de tres de ellas, escondidas entre matojos, en el Pico del Cofre. «Una estaba entera, aunque le habían quitado la numeración que lleva en la oreja, y de las otras dos sólo dejaron cabezas, pellejos y tripas». No las había matado un lobo, sino la mano armada de uno o varios desaprensivos. Las habían aniquilado a golpe de escopeta y eso que la época de caza hace meses que acabó. Las despiezaron y se llevaron la carne para comérsela. «Usted sabe lo que es esa carnita fresca, criada con pasto y sin piensos, eso está muy bueno, mano», dijo Domingo para explicar la motivación que incitó a los agresores.
El 22 de abril interpuso denuncia en la Guardia Civil y hasta la fecha. Sólo sabe que los agentes se están dando vueltas por los montes. Domingo, que vive en El Juncal de Tejeda, conoce además que estas matanzas suelen hacerlas con el ganado salvaje, pero asegura que no pueden haber confundido sus cabras con las silvestres porque «las mías llevan cencerro y se escuchan a kilómetros».
El 22 de abril interpuso denuncia en la Guardia Civil y hasta la fecha. Sólo sabe que los agentes se están dando vueltas por los montes. Domingo, que vive en El Juncal de Tejeda, conoce además que estas matanzas suelen hacerlas con el ganado salvaje, pero asegura que no pueden haber confundido sus cabras con las silvestres porque «las mías llevan cencerro y se escuchan a kilómetros».