La primera referencia que se recoge es de Pedro Agustín del Castillo y data del siglo XVIII. En ella se sugiere que el enclave arqueológico era un convento en el que residía una comunidad religiosa. Pasaría un siglo y Sabino Berthelot ofrecería una visión más romántica del lugar, apuntando que era un emplazamiento de las harimaguadas, las sacerdodizas canarias. En ese mismo siglo, se desechan todas estas ideas y se verifica que era un espacio qu e ejercía funciones de granero colectivo.
Este granero colectivo está compuesto por más de 300 pequeñas oquedades, muchas de ellas subdivididas, que ejercían de despensas de los antepasados canarios. También hay silos más grandes en los que dormían los vigilantes del Cenobio.
En lo que no se han puesto de acuerdo los historiadores es en dar a conocer la función del yacimiento. Unos dicen que los alimentos que allí se guardaban eran impuestos o tributos y otros piensan que se acumulaba comida para la época de hambruna y sequía.
Este granero colectivo está compuesto por más de 300 pequeñas oquedades, muchas de ellas subdivididas, que ejercían de despensas de los antepasados canarios. También hay silos más grandes en los que dormían los vigilantes del Cenobio.
En lo que no se han puesto de acuerdo los historiadores es en dar a conocer la función del yacimiento. Unos dicen que los alimentos que allí se guardaban eran impuestos o tributos y otros piensan que se acumulaba comida para la época de hambruna y sequía.