Centrándose en el impacto del nitrógeno en los océanos, uno de los estudios añade que, a pesar de que el nitrógeno, como fertilizante que es, aumenta la actividad biológica marina y, por tanto, eleva en un diez por ciento la capacidad del océano para actuar como sumidero de dióxido de carbono (CO2), al mismo tiempo este efecto produce a su vez óxidos nitrosos (N2O) tóxicos. «Durante el último siglo, la actividad humana ha influido de forma extraordinaria en el ciclo natural del nitrógeno -quizá incluso más que en el del carbono- y creemos que el daño causado irá en aumento», comentó el profesor Peter Liss de la Universidad de East Anglia, participante en uno de los estudios, quien además hizo hincapié en que la única solución pasaría por reducir tanto el uso de los fertilizantes basados en el nitrógeno como la polución automovilística. «Es de vital importancia que los responsables políticos tomen cartas en el asunto para frenar esta situación.» «La fertilización de los océanos a causa de las actividades humanas provoca un gran impacto en el intercambio de dióxido de carbono y óxido nitroso, dos gases de efecto invernadero, y debería considerarse en las futuras previsiones sobre el cambio climático», afirmó el profesor Robert Duce, autor principal de uno de los artículos de la Universidad de Texas A&M. El Dr. Galloway está de acuerdo: «Debemos empezar cuanto antes a controlar el uso del nitrógeno de manera integral, reduciendo la tasa de creación de nitrógeno reactivo y sin dejar de producir la energía y los alimentos que mantengan a una población mundial en aumento.»