Conforme avanzan los días, a Carlos Jallo Escobar le resulta cada vez más complicado ingresar al lago Titicaca en su bote para cortar totora fresca y alimentar a su ganado. Los totorales que sobresalen en el espejo de agua no están verdes, como corresponde a esta época del año, sino resecos hasta en 40%. Lo peor es que seguirán marchitándose irremediablemente con la llegada de las heladas; él intuye, entonces, que desde julio deberá comprar pacas de forraje si quiere alimentar a sus reses para producir leche, que luego transformará en quesos que venderá en los mercados de la ciudad para sostener a su familia. De eso vive.
Pero el fenómeno no es reciente, y es esto lo que más preocupa. Él asegura que desde hace tres años viene observando esas mismas reacciones en los totorales que crecen frente a Huerta Huaraya, la comunidad donde vive. Además, el llacho, un alga muy nutritiva que también sirve de alimento a sus vacas, está desapareciendo y en su lugar aparece la puruma, otra alga que sus animales rechazan.
Pero el fenómeno no es reciente, y es esto lo que más preocupa. Él asegura que desde hace tres años viene observando esas mismas reacciones en los totorales que crecen frente a Huerta Huaraya, la comunidad donde vive. Además, el llacho, un alga muy nutritiva que también sirve de alimento a sus vacas, está desapareciendo y en su lugar aparece la puruma, otra alga que sus animales rechazan.