Las 2 mil millones de personas más pobres del planeta efectuarán un sobrepeso a los 800 millones de automovilistas? La pregunta hecha por el economista americano Lester Brown, está más que nunca en voga.
Naciones Unidas, por medio del Programa Mundial de Alimentos, se ha manifestado preocupada por un a transformación de las tierras destinadas al cultivo de alimentos para el cultivo de cosechas destinadas a los biocombustibles. El aumento del precio del barril del petróleo sólo podrá seguir incentivando esta confiscación del espacio agrícola de vocación alimentaria al “petróleo verde”.
En principio se ha puesto mucho interés en los biocombustibles por su gran capacidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, ofreciendo una alternativa a los combustibles fósiles, sin embargo, los también llamados agrocarburantes muestran sus límites: en climas templados, su rendimiento energético es muy débil. La utilización de estiércol, de maquinaria agrícola, y el refinado de esta biomasa conducen a un balance carbono decepcionante e incluso negativo. También la expansión de biocombustibles amenaza a los bosques de los trópicos, lo que resulta contradictorio con la lucha contra el cambio climático.
Por su parte, investigadores e industriales, prometen biocombustibles de segunda generación, más eficientes. Mientras tanto la acumulación de las dudas llevaría a todo menos a una pausa para reexaminar los peligros: la seguridad alimenticia no debe ser sacrificada en provecho de un arma de eficacia dudosa contra el cambio climático.
Naciones Unidas, por medio del Programa Mundial de Alimentos, se ha manifestado preocupada por un a transformación de las tierras destinadas al cultivo de alimentos para el cultivo de cosechas destinadas a los biocombustibles. El aumento del precio del barril del petróleo sólo podrá seguir incentivando esta confiscación del espacio agrícola de vocación alimentaria al “petróleo verde”.
En principio se ha puesto mucho interés en los biocombustibles por su gran capacidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, ofreciendo una alternativa a los combustibles fósiles, sin embargo, los también llamados agrocarburantes muestran sus límites: en climas templados, su rendimiento energético es muy débil. La utilización de estiércol, de maquinaria agrícola, y el refinado de esta biomasa conducen a un balance carbono decepcionante e incluso negativo. También la expansión de biocombustibles amenaza a los bosques de los trópicos, lo que resulta contradictorio con la lucha contra el cambio climático.
Por su parte, investigadores e industriales, prometen biocombustibles de segunda generación, más eficientes. Mientras tanto la acumulación de las dudas llevaría a todo menos a una pausa para reexaminar los peligros: la seguridad alimenticia no debe ser sacrificada en provecho de un arma de eficacia dudosa contra el cambio climático.