Los bajos precios en origen no son sino el resultado de una cada vez mayor concentración de la distribución en manos de un reducido grupo de operadores que pueden acordar las condiciones dejando muy poco margen para los productores. A ello contribuye la existencia de mercados cada vez más globales a los que la gran distribución puede acudir para abastecerse, lo que obliga a los productores locales a aceptar las condiciones impuestas so pena de no poder dar salida a sus productos. Además, en los momentos de crisis, la distribución suele incrementar espectacularmente sus márgenes comerciales ya que crea un estado de opinión entre los consumidores caracterizado por la alarma (escasez de aprovisionamiento) y la inevitabilidad (no tienen más remedio que trasladar los costes que ellos supuestamente deben afrontar, eso sí, convenientemente aumentados). Resulta cuando menos sospechoso que las grandes empresas de distribución y las agroalimentarias hayan anunciado al mismo tiempo y con los mismos argumentos una subida generalizada de precios, sin que existan razones objetivas de mercado que justifiquen un alza tan escandalosa. Un buen ejemplo de esto sería el argumento generalizado de la subida del combustible. Evidentemente el encarecimiento de los combustibles ha repercutido en los costes de transporte de cualquier mercancía, pero cabría analizar en qué medida los incrementos que se trasladan al consumidor se corresponden con los costes reales.