
—¿Y qué se puede hacer para evitar la desaparición de la agricultura como tal? —Lo primero es saber lo que hay, y eso lo saben los agricultores. Nosotros llevamos en esto quince años. Queremos que los agricultores nos transmitan el conocimiento de la diversidad para luego verificarlo. Luego viene la labor urgente de preservar haciendo bancos de semillas. Y después hay que intentar introducir en el mercado las variedades más interesantes, que ya es una cuestión no sólo técnica sino también política. Nosotros tenemos problemas para desarrollar los proyectos encaminados a la simple conservación. No encontramos apoyo en algunas islas, a pesar de que las leyes para la protección de la biodiversidad lo exigen.