Por un lado, desde hace tiempo, ha habido un aumento del consumo en ciertos países, entre ellos China e India; crecimiento que afecta también a la variedad de lo consumido. Un segundo factor, es el aumento de precio de los insumos, es decir, del petróleo, que ha encarecido los fertilizantes para el cultivo y el transporte de los alimentos. A ello se añade "los efectos del cambio climático" con sequías e inundaciones que destruyen las cosechas. Como ejemplo, Malcorra recordó que hace una semanas el Gobierno de Australia dijo que su producción de trigo se reduciría debido a la sequía, ligada al cambio climático, lo que "disparó el precio de ese cereal en un 25% en el mercado de materias primas de Chicago". A esos tres aspectos ya conocidos, se ha añadido uno nuevo, el desvío de los alimentos para la fabricación de biocarburantes, pues el alto precio del barril de petróleo ha hecho competitiva su producción. Ahora "existe una relación entre el precio de la comida y el precio de la energía" que antes no se había observado, comentó Malcorra. A la inestabilidad se añade un elemento más, ya que a pesar de que el año pasado se anotó una producción récord de cereales, los inventarios están en sus mínimos de los últimos treinta años, "lo cual da una altísima volatilidad al mercado". La directora ejecutiva adjunta del PMA calificó la situación de "combinación explosiva de factores" y destacó la preocupación de los expertos sobre el futuro.